Una regresión en el PAN, si la nueva dirigencia estatal no la eligen los militantes
Fermín Alejandro García
El PAN poblano todavía “no toca fondo”, pues la crisis por la que atraviesa –producto de la estruendosa derrota electoral del 2 de junio—se podría acrecentar y llevar al partido a una regresión democrática, si se impone la idea de que la nueva dirigencia estatal de esta fuerza política debe ser electa únicamente por el voto de los 100 miembros del Consejo Estatal y se ignora la demanda de que sea la militancia albiazul la que decida en las urnas.
Si se opta porque solamente decida el Consejo Estatal, se provocará que el nuevo presidente y secretario general del partido carezcan de legitimidad, se multiplique el malestar que hay entre las bases por la mala conducción de dicha fuerza política y sobre todo, podría generarse el fenómenos de que importantes núcleos de panistas desconozcan a los nuevos dirigentes.
Algunos sectores del PAN, como son los militantes de San Andrés Cholula, ya han empezado a advertir que podrían desconocer al próximo presidente del Partido Acción Nacional –que sustituiría a la actual dirigente Augusta Díaz de Rivera– si su llegada al cargo nos es producto de una elección democrática.
La posición del panismo de San Andrés Cholula es, en la actualidad, la de mayor peso político por ser la única plaza relevante que el PAN ganó en las elecciones de hace siete semanas.
Además, el municipio sanandreseño tiene una peculiaridad relevante: de todas las plazas importantes que el PAN disputó en la contienda constitucional del pasado 2 de junio, incluyendo a la capital, solamente en San Andrés Cholula la candidatura que recayó en Guadalupe Cuautle Torres, se decidió por el voto de los militantes y además, fue el único lugar en donde el albiazul arrasó. En los demás sitios, el blanquiazul fue vapuleado por la 4T.
Eso explica porque el liderazgo de Edmundo Tlatehui Persino ha crecido de manera sobresaliente entre las bases panistas. No solamente porque es el edil de la única demarcación en que hubo una victoria electoral, sino porque ha sido una de las voces críticas que está exigiendo que el próximo presidente albiazul sea resultado de unos comicios internos en el PAN.
Tlatehui tiene el antecedente de que, en agosto de 2020, encabezó una rebelión de las bases en contra de la entonces dirigente del PAN, Genoveva Huerta Villegas, que quería designar de manera directa y sin consultar de nadie al candidato a la alcaldía de San Andrés Cholula. El “gallo” de la cúpula albiazul era el líder histórico del panismo poblano, Francisco Fraile García, quien por cierto acaba de renunciar a su larga pertenencia al partido de la derecha.
Hace 4 años, Tlatehui logró unificar a las facciones del PAN en San Andrés para exigir que el candidato a la alcaldía fuera resultado de una elección de la militancia y en mucho, eso ayudó a que se pudiera recuperar la presidencia municipal, que en 2018 la había ganado Morena en la figura de Karina Pérez Popoca.
Ahora, Edmundo Tlatehui ha adquirido el liderazgo para “levantar la mano” y buscar la presidencia del Comité Directivo Estatal del PAN, mediante el discurso de que se necesitan nuevas formas de hacer política en este instituto político.
No solamente esa actitud de enojo y rebeldía de las bases panistas se observa en San Andrés Cholula, sino también ese comportamiento se ha percibido en Tehuacán, en San Martín Texmelucan, en San Pedro Cholula y hasta de la ciudad de Puebla. Se pide un cambio de rumbo en la dirección partidista y que se vote en las urnas a varios aspirantes al cargo de presidente albiazul.
Eso es reflejo de que en la militancia panista la lectura de las causas de la derrota del 2 de junio, no solamente se reduce a los factores de Morena y la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino también a que no hubo una conducción competente del partido en los últimos tres años.
Reclamos hay muchos, pero los principales son los siguientes: que no se eligieron democráticamente a los candidatos a alcaldes; que en plazas con posibilidades de triunfo para el PAN, las postulaciones de aspirantes a alcaldes se las cedieron al PRI, el PSI o el PRD, como ocurrió con Roxana Luna Porquillo en San Pedro Cholula; que el tricolor no aportó votos y por el contrario, alejó a electores del frente opositor; y que muchos liderazgos albiazules fueron excluidos de las campañas electorales porque no eran del agrado del grupo de Augusta Díaz de Rivera.
Una crítica más ácida: que fue un yerro brutal el haber dejado pasar a candidatos claramente vinculados con el robo de combustible, es decir “el huachicol”, en la peligrosa zona del Triangulo Rojo y en la Sierra Norte del estado, lo que generó la idea de que el PAN solapa al crimen organizado.
Y por si fuera poco: muchos panistas les tiene muy inconformes que, en los tres últimos años, el PAN poblano bajo la conducción de Augusta Díaz de Rivera nunca se asumió como una fuerza opositora a la 4T.
Precisamente ahora esa es el reto inmediato: si el PAN no logra, de aquí a fin de año, elegir una nueva dirigencia con legitimidad en las bases y con una idea de cambio en el partido, esta fuerza política no va a tener el brío para asumirse como un contrapeso de la 4T en el Congreso del estado y en general, el tener una posición crítica al ejercicio del poder de los próximos gobiernos locales surgidos de Morena y sus aliados.
Sin contar que, si el PAN no se cohesiona desde ahora, llegará con mucha debilidad a los comicios constitucionales de 2027 y 2030. Hay una máxima panista: siempre que el blanquiazul llega dividido a una contienda, pierde.