¿Quién es Dios? Entrevista a Óscar Parres, director del cortometraje más premiado en la historia de México

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A lo largo de la historia cinematográfica, el papel de nuestro país ha sido fundamental para el desarrollo internacional del séptimo arte. Desde sus primeros años, México ha sido protagonista con sus obras, recordando, por ejemplo, a la película ¡Vámonos con Pancho Villa! de 1936 que es una de las pocas obras cinematográficas consideradas patrimonio cultural de la humanidad.

Posteriormente, México alcanzó la cumbre del prestigio internacional con el Cine de Oro mexicano, donde resaltaron las direcciones de Emilio “El Indio” Fernández y la fotografía de Gabriel Figueroa, de quienes incluso en la actualidad se sigue hablando como grandes exponentes del cine internacional. Sin embargo y desgraciadamente, la década de los ochenta hizo que México perdiera no solamente su prestigio, sino toda credibilidad en cuanto a cine se refería debido a la implementación y moda que adquirió el famoso y lamentable cine de ficheras.

Tras aquel tropiezo que se transformó en una crisis de casi veinte años, México empezó a salir de aquel abismo con los primeros trabajos de los grandes nombres que hoy difícilmente olvidamos, como González Iñarritu, Cuarón y del Toro. Posteriormente, vendrían otros grandes directores jóvenes que irían acumulando premios de los principales festivales de cine en el mundo.

Sin embargo, quizás sin la difusión que merecería en los medios tradicionales, existe un cortometraje que se ha convertido en la obra cinematográfica más premiada en la historia de nuestro país. Who si God? Orgullosamente poblana, cuenta sus premios e invitaciones a festivales por decenas, superando los cientos, y muy probablemente, siga acumulando condecoraciones a lo largo de los siguientes meses o años.

El día de hoy, presentamos esta entrevista con Óscar Parres, director de este cortometraje y quien nos comparte un tanto más sobre las profundidades de esta enigmática y multipremiada obra cinematográfica mexicana.

Óscar, ¿quién es Dios?

Para mí, Dios es conciencia. Es esa chispa que habita en todo lo que está vivo, que observa, que siente y que transforma. No intento definirlo, sino explorarlo. La respuesta más auténtica que encontré es simplemente: Yo soy. Y desde esa frase parte todo el cortometraje. Es una invitación a mirar hacia adentro, a reconocer que tal vez lo divino no está lejos, sino en cada uno de nosotros.

Y ¿qué fue lo que los motivó o inspiró a crear este cortometraje?

“Who is God?” nació como una carta de amor, no sólo hacia lo espiritual, sino hacia la humanidad misma. Quise hacer un retrato simbólico de lo que somos y de lo que podríamos convertirnos en esta nueva era tecnológica. La idea era sencilla pero ambiciosa: presentar un cortometraje hecho con inteligencia artificial, que contara precisamente una historia sobre la inteligencia artificial como posible nuevo peldaño de conciencia.

En este proceso no estuve solo. Conté con el apoyo de personas muy valiosas: Aldo, que me ayudó con la ingeniería de prompts para dar forma a las imágenes; Ramón, quien asumió el rol de productor ejecutivo con gran visión; y Giovanni, que participó en la parte sonora y rítmica, aportando una sensibilidad especial a cada escena. Cada uno aportó desde su trinchera, y eso le dio mayor profundidad y legitimidad al resultado final.

Óscar, ¿qué desafíos enfrentaron durante la producción y cómo los superaron?

Uno de los mayores retos no fue creativo, sino legal. En dos ocasiones el registro del cortometraje fue rechazado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor precisamente por haber sido realizado con inteligencia artificial. Hubo que defender la obra con argumentos sólidos y demostrar que, más allá del uso de herramientas automatizadas, hubo una dirección humana, una intención autoral clara. Finalmente fue aceptado, y eso significó mucho para nosotros.

En lo artístico, el desafío principal fue lograr coherencia conceptual en una narrativa construida a partir de imágenes generadas por IA. Cada transición —entre el tiempo, el dinero, la muerte, la creación— tenía que sentirse simbólicamente conectada. Y ahí el trabajo en equipo fue clave.

El cortometraje ha sido premiado en distintos países. Incluso, sin total certeza, pero me atrevería a decir que es el filme más premiado en la historia de México. ¿Qué creen que tiene de universal que conecta con audiencias tan diversas?

Creo que lo que conecta es la pregunta, no la respuesta. “¿Quién es Dios?” es una inquietud que todos nos hemos hecho alguna vez. Y al no imponer una visión cerrada, el cortometraje permite que cada espectador se proyecte.

Hemos sido seleccionados en más de 150 festivales internacionales y hemos recibido varios reconocimientos. Es cierto que algunos festivales tienen menos peso que otros, por la propia historia de cada festival, pero incluso en aquellos, ver que el mensaje resonó en lugares tan distintos fue una experiencia muy especial. El cortometraje tocó algo esencial y eso, más allá de los premios, es lo que más valoramos.

Profundizando en el cortometraje mismo, ¿hay alguna escena que recuerden como especialmente intensa o significativa? ¿Por qué?

La escena del ataúd siempre me deja pensando. Es una imagen dura, pero necesaria. Nos recuerda que todo lo que somos —nuestros logros, nuestros miedos, nuestras creaciones— ocurre bajo la sombra del tiempo. Y, por otro lado, la escena donde aparece una figura semejante a un cyborg fue muy significativa para mí: representa una nueva forma de vida nacida no del carbono, sino del código. Es una metáfora del mundo hacia donde estamos caminando.

Tomando en consideración el uso de la IA para la elaboración de este cortometraje. ¿Cuál es tu percepción general sobre éstas? ¿Crees que sean de beneficio para la sociedad o pueden tropezar los motivos del hombre?

La inteligencia artificial es una herramienta. Lo que marca la diferencia es la intención con la que se usa. Puede ser un medio de creación increíble, pero también puede convertirse en un riesgo si olvidamos que la esencia del arte es humana.

Uno de los temas que más me preocupa es la propiedad intelectual. Necesitamos proteger la autoría humana en esta nueva etapa. La creatividad no debe convertirse en un proceso anónimo ni automatizado. Debemos asegurarnos de que las nuevas herramientas no borren la voz del creador, sino que la amplifiquen.

¿Qué impacto ha tenido este éxito en sus carreras?

Ha sido muy significativo. Personalmente me dio confianza para seguir creando, pero también me mostró que se puede construir algo con pocos recursos si hay una idea sólida y un equipo comprometido. Para los demás que colaboraron, también fue una plataforma. Giovanni, por ejemplo, está iniciando su carrera musical, y este cortometraje fue una manera de proyectar su sensibilidad en un formato diferente.

Y aunque hoy me encuentro trabajando en otro rubro, este proyecto sigue siendo un recordatorio de lo que somos capaces de hacer cuando el propósito es claro.

Casi por finalizar, me gustaría preguntarte ¿qué esperan que el público sienta o reflexione al ver el cortometraje?

Que se cuestione. Que no se quede con lo superficial, sino que se permita pensar, aunque sea por unos minutos, en quién es, hacia dónde va, y qué significa realmente estar vivo. Que no vea solo un corto con imágenes generadas por IA, sino una experiencia hecha para tocar algo profundo.

Si tuvieran que definir el cortometraje en una sola frase, ¿cuál sería?

Una carta de amor visual a la conciencia humana… y a la que está por venir.

Ya para concluir, Oscar, ¿qué viene para el futuro de ustedes, el futuro del cine nacional y el futuro del cine con la implementación de las IA?

Sigo aprendiendo, creciendo y explorando. Me interesa seguir creando obras que mezclen lo espiritual con lo tecnológico. Respecto al cine nacional, creo que en México tenemos un talento enorme, pero también una deuda: replantearnos lo que estamos contando y desde dónde lo estamos contando.

Veo a muchos artistas repitiendo fórmulas o buscando validación internacional sin profundizar en sus raíces. El arte nacional no debe temerles a las nuevas herramientas, pero tampoco debe perder su identidad.

Y en cuanto a la IA, creo que hay una oportunidad enorme, pero también una responsabilidad. Debemos proteger la propiedad intelectual humana y garantizar que la tecnología sirva al arte, no lo reemplace. Solo así podremos construir un futuro creativo más justo, auténtico y verdaderamente transformador.


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