El final del barbosismo

A los gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados locales, federales, regidores, operadores políticos, empresarios, servidores públicos desde directores, hasta jefes de departamento, algún acomodado o recomendado o incluso mismos periodistas que se aferran al poder que les salpica de los allegados en turno les cuesta trabajo entenderlo, pero así es.

Aún quedan temerosos de mencionarlo, pues el halo se mantiene dentro del imaginario, las conversaciones y algunas decisiones, sin embargo, así es.

En la política todo es pasajero, el poder es efímero y se acaba regularmente cuando se hace un mal uso (aunque este podría no ser el caso). La política es una reconfiguración constante de movimientos; en territorio y en redes, en grupos y equipos, los buenos hoy son los malos mañana, el mejor amigo se convierte en traidor, el enemigo puede llegar a ser un aliado y en definitiva los carniceros se convierten en reses.

Lo relevante de esto viene de la flexibilidad, la paciencia, los acuerdos y la compresión de los momentos y la adaptabilidad, la política también es años de trabajo y constancia, pero en ciertos tiempos es momento y posibilidad, en algunas ocasiones, las pocas, es suerte.

Los cambios en este pantanoso camino usualmente son generados por elecciones, cambios de administración, un accidente, como la caída de una aeronave, un paro al corazón, la muerte del líder moral o cualquier pretexto que permita una reestructuración, pero un hecho seguro es que, el final de una era en política necesariamente le abre el paso a otra.

Así sucedió con el barbosismo y no lo digo de manera despectiva, los momentos cambiaron,  y si bien, el legado de Barbosa continuará en la memoria y las referencias de cualquier índole siempre se externarán dentro de lo políticamente correcto, lo cierto es que, aunque los románticos continúen haciendo la vinculación histórica, por respeto o agradecimiento, el Barbosismo encontró su fin cuando su principal estandarte encontró la muerte.

Hoy Puebla y el poder en la entidad está en las manos de un nuevo liderazgo: el grupo Céspedes, el cespedecísmo, el tiempo de Salomón, o como usted prefiera llamarlo, llegó. Lo ha validado el propio presidente con su visita, el secretario de gobernación, los mandatarios y funcionarios correspondientes, todos, menos los que pretenden vivir aferrados al pasado de una gloria que hoy parece lejana.

Lo único que hace falta son los cambios en el gabinete. El remanente de los barbosistas se mantuvieron para mantener la gobernabilidad, para no generar desestabilidad y para garantizar que el cuarto informe de gobierno, así como las comparecencias transcurrieran con calma, pero se acabó, lo mencionó el propio gobernador “en el tema de los cambios, todos los que sean necesarios, no precisamente porque alguien haya hecho mal el trabajo, son proyectos, tiempos y momentos”.

La mayoría confunde la prudencia y lo buena gente con otras cosas, pero los cambios les recordarán a los confundidos que en Puebla el proyecto ya tiene otro nombre.

El final del barbosismo, llegó, y no es falta de respeto, es sentido común.

Luis David García

Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, asesor en comunicación política y digital en distintas campañas políticas, medios de comunicación y agencias publicitarias. Se ha desempeñado como periodista en medios nacionales y de circulación local. Actualmente es director de Paralelo 19 y estudia la maestría en mercadotecnia estratégica.

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