Armenta y el arte de rescatar elefantes blancos

En la selva burocrática del gasto público, hay animales que pesan más que otros. Y no porque trabajen o produzcan, sino por el simple hecho de existir. Son los famosos elefantes blancos: obras majestuosas en el papel, pero inútiles o desproporcionadas en la realidad. Infraestructuras que, lejos de resolver necesidades sociales, terminan hipotecando el futuro. Puebla sabe de eso.
Y bien. Durante años, proyectos como la Ciudad Modelo en San José Chiapa, el Museo Internacional del Barroco o el Centro Integral de Servicios (CIS) Angelópolis fueron presentados con bombo y platillo por el morenovallismo como símbolo de modernidad y visión de futuro. Sin embargo, el tiempo ha desenmascarado muchas de esas obras como lo que realmente fueron: monumentos a la deuda y a la desconexión con las verdaderas prioridades ciudadanas.
Uno de los casos más ilustrativos es el del CIS, un complejo administrativo construido bajo el esquema de Proyecto para la Prestación de Servicios (PPS), con un contrato a 25 años que sigue drenando millones de pesos anuales del erario público. Trece años después de su inauguración, todavía restan 13 años de pagos. En total, más de dos décadas comprometiendo recursos por una infraestructura que, aunque funcional, nunca justificó su costo desorbitado.
La herencia de estos contratos leoninos no solo representa una carga financiera: son también el símbolo de una forma de gobernar que privilegió la espectacularidad sobre la sostenibilidad. La estética sobre la necesidad. El elefante blanco sobre el bienestar real.
Frente a este escenario, el actual gobernador Alejandro Armenta ha asumido una narrativa de rescate. Como ya lo hizo con el Museo Barroco, cuya deuda logró reducir mediante negociaciones con empresas constructoras, ahora busca reestructurar la deuda del CIS y cerrar ese capítulo oneroso. Su propuesta: un esquema de cancelación anticipada con las empresas responsables del proyecto, Grupo Técnico Constructor S.A. de C.V. y Alfa Constructores.
Más allá del tecnicismo financiero, el mensaje político es claro: no más elefantes blancos. Armenta quiere dejar atrás la era del gasto sin retorno, de las obras para la foto y del urbanismo desanclado de la realidad.
Busca rehacer el pacto entre infraestructura y bienestar. Entre inversión pública y beneficio ciudadano. Pero la cirugía no es sencilla. Reestructurar deudas sin afectar servicios, renegociar contratos sin litigios costosos y auditar sin revancha política, exige una pericia poco común en la administración pública mexicana. También una voluntad firme de no repetir los errores del pasado. Porque de nada sirve cazar elefantes blancos si al mismo tiempo se crían nuevos.
En San José Chiapa, por ejemplo, Armenta ha dado otro paso en esa ruta: transformar la abandonada Ciudad Modelo en un polo nacional de tecnología y sostenibilidad. Si esa reconversión logra consolidarse como un motor real de desarrollo económico y no solo como una nueva promesa, quizá estemos ante el principio de una nueva forma de gobernar: con menos mármol y más propósito.
Puebla no necesita más elefantes blancos. Necesita puentes —reales y simbólicos— hacia un futuro donde cada peso invertido valga la pena.






Luis David García




