Innovación pública, oportunidad para la verdadera transformación

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En un mundo donde la transformación digital y la innovación marcan la pauta del progreso económico y social, los gobiernos tienen una gran responsabilidad comocatalizadores del cambio. Mientras el sector privado avanza a pasos agigantados integrando tecnologías emergentes, metodologías ágiles y modelos colaborativos, el sector público, especialmente en México, aún arrastra inercias institucionales que lo mantienen distante del dinamismo que exige el presente y el futuro de nuestras ciudades. Por ello, la innovación pública puede ser un concepto que una los intereses de todos los actores de la sociedad, que integre y articule las acciones de gobierno con las empresas, las universidades y la sociedad civil.

La innovación pública no es un concepto nuevo. Desde la década de los 90, instituciones internacionales como la OCDE comenzaron a promover la idea de que los gobiernos podían y debían innovar, no solo en el uso de tecnología, sino también en sus estructuras, procesos y formas de relación con la ciudadanía. En países nórdicos o en ciudades como Seúl y Barcelona, la innovación pública ha significado gobiernos más abiertos, digitales, participativos y eficaces.

En México, sin embargo, este enfoque ha tenido una adopción intermitente. A pesar de iniciativas como la Estrategia Digital Nacional o los esfuerzos por promover gobiernos abiertos, lo cierto es que la innovación sigue siendo más una excepción que la norma. De acuerdo con el Índice de Madurez Digital del Gobierno de México 2023, solo el 14% de los municipios del país cuenta con una estrategia digital activa, y apenas un 9% ha implementado herramientas de análisis de datos para la mejora de servicios.

Uno de los principales retos que enfrentamos actualmente es la brecha entre el potencial de transformación tecnológica y la capacidad institucional para implementarla. Mientras la inteligencia artificial, la automatización de procesos y los servicios digitales han transformado radicalmente sectores como la banca, la logística o la salud, muchas oficinas gubernamentales siguen operando con expedientes físicos, procesos manuales, grandes cantidades de formatos físicos y decisiones basadas en intuiciones más que en datos.

Esto tiene consecuencias tangibles como la ineficiencia en trámites, baja satisfacción ciudadana, corrupción y pérdida de confianza en las instituciones públicas. Y lo más preocupante para la sociedad, una desconexión total con las nuevas generaciones, que exigen servicios públicos tan ágiles como los que reciben de empresas tecnológicas.

Por eso, frente a este escenario, la innovación pública no debe verse como una moda o una carga burocrática más. Es, por el contrario, una oportunidad para redefinir el rol del Estado como facilitador de bienestar, desarrollo y confianza ciudadana. Y esa transformación no puede lograrse desde la lógica del gobierno, requiere una alianza estratégica entre el sector público, el sector privado, la academia y la ciudadanía.

Las empresas tecnológicas tenemos un papel clave, en lugar de ser solo proveedores de soluciones, podemos convertirnos en socios de la transformación digital. Esto implica desarrollar plataformas adaptadas al contexto público, apoyar la capacitación de funcionarios, y promover un modelo de co-creación que ponga al ciudadano en el centro. Ejemplos concretos ya existen en México. En estados como Jalisco y Nuevo León, se han implementado sistemas de gestión documental digital, plataformas de datos abiertos y centros de innovación pública con participación empresarial. Aun así, estos esfuerzos requieren escalarse y sistematizarse si queremos que dejen de ser “islas de innovación” y se conviertan en una nueva normalidad institucional.

¿Qué sigue?

Adoptar la innovación pública implica un cambio profundo de mentalidad, de cultura organizacional, de estructuras legales y de presupuestos. Pero, sobre todo, exige voluntad política y visión de futuro de los gobernantes. Si queremos gobiernos más eficientes, justos y resilientes, es momento de reconocer que la tecnología y la innovación no son un lujo, sino un deber para brindar los mejores servicios a los ciudadanos. Es la posibilidad de transformar radicalmente la forma en que los comunicamos y participamos con las autoridades.  La verdadera transformación del sector público en México no vendrá de grandes discursos, ni de buenos deseos, ni de buenas intenciones, ni de cambios cosméticos. Vendrá de decisiones valientes, audaces, de alianzas inteligentes y de una convicción compartida entre la sociedad y el gobierno, la idea de que que los gobiernos pueden ser tan innovadores como cualquier startup o como cualquier empresa global, si se lo proponen. Y pueden ser tan transformadores que es posible cambiar la realidad en la que vivimos, mejorar nuestro entorno, a la sociedad y los individuos.


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