El peso de la transparencia; Primer Informe de Gobierno del Ayuntamiento de Zautla

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Hay algo refrescante —casi subversivo— en un informe de gobierno que comienza con números exactos y termina con proyectos concretos. En tiempos donde la retórica política se ha convertido en el arte de decir mucho sin comprometerse a nada, el primer informe del Ayuntamiento de Zautla, encabezado por el Lic. Marco Antonio Alejo Calderón, representa una anomalía digna de análisis: un documento que se atreve a ser específico.

Noventa y cinco millones de pesos ingresados. Setenta y cinco millones ejercidos. Doscientas noventa obras acumuladas. Cuarenta elementos de seguridad. Tres mil trescientas luminarias. Los números, esos viejos enemigos de la demagogia a la que nos acostumbraron los gobiernos del pasado, están ahí, implacables en su concreción. Y es precisamente esa transparencia aritmética la que distingue este informe de la letanía de generalidades a la que nos tenían acostumbrados muchos gobiernos municipales.

La ironía histórica es evidente: en un país donde la opacidad administrativa ha sido norma durante décadas, un municipio de la Sierra Norte de Puebla, presenta sus cuentas con el detalle de un contador escrupuloso. Cada rubro desglosado, cada porcentaje calculado, cada obra enumerada. Es casi como si el presidente municipal Marco Antonio Alejo, hubiera comprendido algo que muchos de sus antecesores y colegas han ignorado deliberadamente: que gobernar no es un ejercicio de oratoria florida, sino de gestión medible.

Lo que resulta particularmente destacable es la coherencia entre diagnóstico y acción. Si el problema es la falta de iluminación, se duplica el número de luminarias. Si la demanda es seguridad, se integran cuarenta elementos y diecinueve cámaras de videovigilancia. Si la necesidad es educación integral, se contratan maestros de inglés, música, danza y educación física para mil quinientos alumnos. Hay una lógica casi cartesiana en esta forma de gobernar: problema identificado, recurso asignado, resultado obtenido.

Pero más allá de las cifras —y aquí es donde el asunto se vuelve verdaderamente interesante— existe una apuesta conceptual que merece reconocimiento: la construcción de “gobiernos comunitarios” como modelo de articulación entre el poder municipal y las treinta y tres comunidades que conforman el municipio de Zautla. Esta figura, que el propio informe reconoce como única del municipio, representa un intento genuino de democratizar la gestión pública más allá del ritual electoral. El juez de paz acompañado por nueve coordinadores temáticos no es simplemente una estructura administrativa, es una propuesta de gobernanza participativa que rompe con el centralismo tradicional de las cabeceras municipales.

Claro está, uno podría ejercer el cinismo fácil y señalar que todo documento oficial embellece su propia realidad. Y tendría razón. Pero hay una diferencia fundamental entre maquillar la inacción con palabrería y presentar datos verificables que pueden ser contrastados con la realidad, como así lo ha hecho Alejo Calderón. Las doscientas noventa obras no son una abstracción; están ahí, en las calles pavimentadas, en las escuelas rehabilitadas, en los sistemas de agua potable. Los quince mil ciudadanos atendidos no son estadística inventada; tienen nombre, apellido y probablemente un trámite resuelto o una gestión concluida.

Lo que este informe revela, en última instancia, es algo que debería ser obvio pero que raramente lo es, que la política municipal puede ser un ejercicio de servicio efectivo y no solamente un escenario para la vanidad personal o el enriquecimiento ilícito. Que es posible gobernar sin aspavientos revolucionarios ni promesas mesiánicas, simplemente haciendo el trabajo para el que se fue electo.

La verdadera prueba de fuego, desde luego, no está en el papel sino en la percepción ciudadana. Las trescientas luminarias adicionales importarían poco si la gente no sintiese más segura sus calles; pero por suerte, la percepción social es positiva y la cifra de CERO delitos de alto impacto en todo el municipio, es aplastantemente convincente. Los eventos deportivos serían anecdóticos si no se tradujeran en comunidades fortalecidas; pero el ánimo y participación de los eventos nos reflejan optimismo y unidad. Los proyectos estratégicos —ese plan de ordenamiento ecológico, esa carretera hacia Tetela de Ocampo— valdrían poco, si su capacidad de transformar realidades concretas quedara en mera palabrería; pero la evidencia existe e impacta.

Por ahora, en este primer año de gestión del Ayuntamiento de Zautla 2024-2027, lo que tenemos es un informe que se atreve a comprometerse con la especificidad, que no teme a los números porque estos respaldan su narrativa, que entiende la gobernanza como articulación comunitaria y no como imposición vertical. En la percepción desoladora de la política en general a la que hemos estado acostumbrados, eso ya es, en sí mismo, un pequeño acto de herejía.

Quizá la lección más importante que deja este primer informe de Marco Antonio Alejo, es la más simple: que cuando un gobierno municipal tiene resultados tangibles, no necesita esconderse detrás de la grandilocuencia discursiva. Los hechos, esos viejos conocidos, terminan hablando por sí mismos. Y en Zautla, al menos por ahora, parecen estar diciendo algo que vale la pena escuchar.

El peso de la transparencia se percibe cuando los números hablan más claro que los discursos.

 


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