Hermanamiento cultural y poético entre Granada y Yucatán

Las condecoraciones suelen ser ejercicios de protocolo donde se intercambian placas y discursos ensayados; rara vez trascienden el momento fotográfico. Por eso resulta significativo —y hasta irónico— que sea un municipio español, Fuente Vaqueros, el que otorgue a Yucatán un reconocimiento que debería resonar mucho más allá de Granada: el Título de Honor de Visitantes Ilustres, una distinción con más de dos siglos de historia.
Lo que ocurrió entre el 19 y 23 de noviembre pasado en la tierra natal de Federico García Lorca, no fue un simple acto protocolario más, fue, en realidad, el reconocimiento a un trabajo silencioso y persistente que rara vez ocupa titulares: la construcción de puentes culturales auténticos, esos que no se edifican con declaraciones pomposas sino con gestión seria y visión de largo plazo.
En el centro de este logro está Fabiola Loeza Novelo, directora general del INDEMAYA, quien encabezó la delegación yucateca y cuyo trabajo ha sido fundamental para que este proyecto de hermanamiento cultural entre Yucatán y Fuente Vaqueros no quedara únicamente en buenas intenciones. Su labor al frente del instituto ha destacado por algo que escasea en la gestión cultural, que es la vinculación directa con las comunidades mayas, no como objetos folclóricos, sino como protagonistas de su propia narrativa.
Loeza Novelo ha construido desde el INDEMAYA una proyección del patrimonio cultural yucateco que parte de la lengua y la cultura maya como ejes articuladores, no como adornos turísticos. Y eso, en tiempos donde lo “maya” se vende más de lo que se comprende, no es poca cosa.
El encuentro abrió lo que las autoridades llaman “una nueva etapa en la diplomacia cultural” entre México y España. La frase podría sonar grandilocuente si no fuera porque efectivamente se estableció un marco de cooperación centrado en el intercambio artístico, académico y patrimonial entre dos regiones que, en apariencia, poco tienen en común. ¿Qué une a la península yucateca con una comunidad de Granada? La respuesta no está en la geografía sino en algo más sutil: las afinidades entre la obra de García Lorca y los movimientos de revitalización cultural del pueblo maya.
Esa conexión —que las autoridades españolas han calificado como “un precedente único dentro de la cooperación cultural internacional”— no surgió por generación espontánea, requirió de alguien con la capacidad de articular esfuerzos institucionales y comunitarios, de transformar una idea interesante en un proyecto concreto con solidez técnica y representatividad social. Ahí está, nuevamente, el trabajo de Loeza Novelo como coordinadora de este esfuerzo.
La ironía es que reconocimientos como este —otorgados en representación del gobernador Joaquín Díaz Mena y recibidos también por Janitzio Durán Ortegón y el poeta y gestor cultural Alejandro Rejón Huchin— suelen generar más eco en los boletines oficiales que en la conciencia pública. Celebramos con entusiasmo cuando nuestros equipos deportivos ganan medallas, pero permanecemos indiferentes cuando nuestros gestores culturales logran que el patrimonio maya sea reconocido internacionalmente, no como curiosidad antropológica, sino como tradición viva y vigente.
Quizá sea momento de preguntarnos por qué necesitamos que el reconocimiento llegue desde fuera para valorar el trabajo que se hace aquí.
Quizás sea momento de preguntarnos a quién le estamos entregando nuestra atención, tanto individual como mediática en este país. Por qué una simple participación deportiva, nos parece más legítima que una condecoración cultural venida del hermanamiento de dos pueblos que se esfuerzan por enriquecer la cultura. Por qué un YouTuber o un cantautor de narco corridos, tiene más auge mediático que el esfuerzo cotidiano de quienes, como Fabiola Loeza Novelo, construyen desde el INDEMAYA una política cultural que va más allá del discurso y se materializa en proyectos concretos, en intercambios reales, en puentes que no se derrumban cuando pasa el momento mediático.
La diplomacia cultural genuina no se mide en ceremonias ni en titulares, se mide en la permanencia de los vínculos que crea, en la profundidad de los diálogos que propicia, en la autenticidad con la que representa a las comunidades que dice servir. En ese terreno, el trabajo del INDEMAYA bajo la dirección de Loeza Novelo merece un reconocimiento que trascienda las placas conmemorativas. Porque al final, lo verdaderamente histórico de esta condecoración no es el título en sí, sino lo que representa: la posibilidad de construir narrativas culturales donde lo maya no sea sólo pasado glorioso sino presente activo, donde la cooperación internacional no sea extractivismo disfrazado, sino intercambio genuino. Y es aquí, donde el los esfuerzos de gestores culturales en Granada y en Yucatán, cobran vida, importancia y pertinencia.







Javier Gutiérrez Lozano






