Exdeportista canadiense involucrado en cártel mexicano es prioridad para EUA

Estados Unidos emitió una alerta internacional y ofrece una recompensa de 15 millones de dólares para capturar a Ryan James Wedding, exatleta olímpico canadiense acusado de liderar una red de narcotráfico desde México. Wedding, quien representó a Canadá en los Juegos Olímpicos de Invierno 2002 en snowboard, está señalado por tráfico de cocaína, lavado de dinero y homicidio, presuntamente bajo la protección del Cártel de Sinaloa. La fiscal general estadounidense lo calificó como “extremadamente peligroso” y priorizó su captura, mientras que el Departamento del Tesoro congeló activos vinculados a él y a sus asociados.

El caso resulta especialmente preocupante no solo por la magnitud del presunto delito, sino por el perfil del involucrado. Un deportista de alto rendimiento, con visibilidad internacional, transformándose en líder de una organización criminal, evidencia cómo la fama y las habilidades individuales pueden convertirse en herramientas para el crimen transnacional. Esto genera un impacto mediático y simbólico, afectando la percepción de seguridad y la credibilidad de los sistemas de control internacional.

Desde una perspectiva crítica, la situación también expone las limitaciones de la cooperación internacional en materia de justicia y seguridad. Aunque México ha mostrado colaboración con Estados Unidos, la supuesta protección del exatleta por un cártel mexicano revela la profundidad de las redes criminales y los desafíos que enfrentan las autoridades para ejecutar arrestos efectivos. La complejidad no es solo logística, sino también institucional: la corrupción y la capacidad de los cárteles para operar con discreción dificultan el cumplimiento de la ley y amplifican los riesgos de impunidad.

Este episodio subraya que la lucha contra el narcotráfico no se limita a interceptar drogas o dinero: también implica desarticular estructuras de poder que combinan recursos económicos, influencia y violencia. El caso de Ryan Wedding es un ejemplo alarmante de cómo figuras inesperadas pueden convertirse en actores clave del crimen organizado, y plantea la urgencia de reforzar la coordinación internacional y los sistemas de vigilancia frente a estos fenómenos.