¿Qué está pasando en Serbia? - Paralelo 19

Javier Gutierrez

Para aquellos que siguen la agenda internacional y las noticias más recientes, se habrán dado cuenta que enero fue definitivamente un mes de protestas alrededor del mundo, mismas que continúan e incluso crecen en cuanto a volumen e intensidad. El 2025 comenzó con manifestaciones lideradas por jóvenes en ciudades como Seúl, Berlín, Buenos Aires, Los Ángeles, Belgrado, entre otras. Y en todos los casos mencionados, la raíz de dichos levantamientos sociales, se halla en el hartazgo por políticas radicales que vulneran las libertades de la población.

Uno de esos casos en que la protesta no ha hallado fin ni mitigación, por el contrario, sólo ha ido in crescendo, es la protesta del pueblo serbio en contra del gobierno de Aleksandar Vučić, presidente de la República de Serbia. Lo que en un inicio parecía sólo una breve manifestación juvenil, se ha convertido en la manifestación estudiantil más grande del mundo después de aquellas míticas de 1968, haciendo de este hecho, un momento histórico en el mundo. La pregunta es, ¿por qué los jóvenes decidieron organizarse para manifestar su descontento ante las políticas de Vučić? Y ¿por qué el resto de la población se ha sumado a la causa sin importar edad, creencia o estatus laboral?

Aleksandar Vučić se encuentra en su tercer periodo gubernamental, en los que, lamentablemente, se ha destacado por sus políticas radicales, el desvío de recursos, la corrupción y el cinismo ante la media nacional e internacional. El conjunto de estas acciones ha alejado a Serbia de aquella meta que algún día fue cercana y hoy puede sólo mirarse a larga distancia: la anexión a la Unión Europea. Las políticas de Vučić no parecen estar alineadas a estos propósitos occidentales, por el contrario, durante su mandato, ha fortalecido sus relaciones con Rusia y entablado una fuerte alianza económica con el gobierno de Xi Jinping, presidente de la República Popular de China.

En una de esas alianzas y proyectos bilaterales, el gobierno de Serbia entregó a China la licitación para poder modernizar la estación de autobuses de Novi Sad, la segunda ciudad más grande del país. El robusto proyecto no solamente incluía la renovación de las instalaciones, también la adecuación y la construcción de una vía ferroviaria de alta velocidad, que pudiera conectar Novi Sad con la capital Belgrado. Sin embargo, tras apenas unos meses de la reinauguración de la estación, el día 2 de noviembre de 2024, se desplomó parte del techo de la estación, cayendo sobre la multitud que se encontraba dentro del recinto, y terminando con la vida de 15 personas.

Esta tragedia se convirtió en la gota que derramó el vaso dentro de la sociedad serbia, harta de las malas gestiones de Vučić, quien ha estado prácticamente diez años al frente del gobierno nacional. Tras las pérdidas de vidas humanas, la inoperancia federal frente a la tragedia y el desinterés absoluto ante el disgusto general de la población, el único recurso que los serbios encontraron, fue detener toda actividad laborar y manifestarse en las calles principales de las grandes ciudades de aquel país de la Ex Yugoslavia, exigiendo la salida de Vučić y sus partidarios, de la función pública. No obstante, en lugar de hallar una escucha del gobierno, los manifestantes fueron reprimidos violentamente tanto por la policía, como por miembros del SNS (Partido Progresista de Serbia). Hombres y mujeres fueron golpeados brutalmente, y algunos de ellos apresados sin motivo alguno, convirtiéndose en presos políticos de este gobierno en turno.

Ante tanto agobio, a las manifestaciones se sumaron todos los demás sectores de la población: obreros, amas de casa, empresarios, abogados, jueces y todo aquel ciudadano harto de las políticas extremistas de este gobierno que, según los propios serbios, ni siquiera puede compararse con los peores años de la época de Milošević y las sanciones internacionales. Los serbios han decidido frenar toda actividad, pues no hay posibilidad alguna de continuar viviendo bajo esta dictadura. El paro ha llegado a tal punto, que no hay vuelta atrás; o se va Vučić y su gente y se enfrentan a los procesos jurídicos que correspongan, o estarán dispuestos a mantenerse firmes hasta las últimas consecuencias.

A lo largo de todo el mes de enero, en las calles principales de Belgrado, y de ciudades como Novi Sad, Niš o Kraljevo, se han congregado cientos de miles de personas dispuestas a cualquier acción para cambiar el rumbo de su país. En estas manifestaciones, se destacan los 15 minutos de silencio al inicio de cada protesta, honrando con un minuto de silencio a cada una de las víctimas fatales del accidente de la estación de Novi Sad. En algunos momentos, el silencio se ha extendido a 16 minutos, a manera de empatía con un perro que fue atropellado por funcionarios del gobierno, quienes se abrieron paso ante la multitud a bordo de ambulancias, simulando una urgencia, y arrollando al pequeño perro frente a las cámaras. La indignación has sido el combustible para esta llamarada que se ve lejos de extinguirse pronto.

Lo cierto es que, como ha sucedido en otras latitudes y otros tiempos, los medios nacionales se han encargado de censurar toda noticia referente a este movimiento que crece y crece. Por encima de visibilizar esta evidente problemática social, los medios oficiales han presumido el gran número de armas que han vendido al Estado Israel para que aquel país de Medio Oriente, continuara con su guerra contra la población palestina. Pero, por supuesto, como así ha ocurrido desde el estallido de la Primera Árabe, las redes sociales han difundido lo que realmente sucede en cada movimiento social en el mundo, incluyendo estas protestas en Serbia. Redes como Facebook, Instagram, X y TikTok, han desvelado que éste se trata de un movimiento nacional y no estudiantil, como así ha tratado de minimizarlo el gobierno de Aleksandar Vučić.

Como así ocurrió en los años del indiscriminado bombardeo de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, la población serbia se ha reunido para bloquear las principales vías y puentes que conectan Belgrado con el exterior. Allí, en medio de esa multitud, la sensación de descontento se transforma en esperanza a través de la unión, el compañerismo y la fraternidad. Adultos, jóvenes, niños, veteranos de guerra, funcionarios públicos, taxistas y obreros, se han reunido a lo largo de estas semanas para exigir un cambio urgente al unísono.

¿Qué viene para Serbia? La respuesta es absolutamente incierta. El gobierno de Vučić ha tomado una fortaleza a lo largo de estos años que asemeja una dictadura y pareciese no tener intención alguna de doblegarse ante las exigencias sociales. No obstante, la renuncia de Miloš Vučević, Primer Ministro de Serbia, el pasado 28 de enero, ilusiona a una muchedumbre se cuenta por cientos de miles y que ha detenido su vida para buscar un cambio en la realidad de todo un país. No cabe duda que, ese bien llamado “polvorín de los Balcanes” sigue siendo un foco de alerta para el viejo continente, pero también una fuente de inspiración para todas las sociedades del mundo, comprometidas con la justicia, el progreso y el sueño de un mejor país.

 


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