Fin del veto de “Los versos satánicos”; una esperanza para el mundo

El 12 de agosto del 2022, el escritor británico de origen indio Salman Rushdie de entonces 75 años, fue atacado en un recinto del estado de Nueva York donde se disponía para una presentación literaria. Fue apuñalado doce veces frente a su público y sorpresivamente, a pesar de permanecer largas semanas en situación crítica, pudo sobrevivir a este violento ataque.

Sin embargo, este hecho no se trata, en ningún momento, de un acto aislado, es en realidad la consolidación de un hecho planeado desde hace décadas, o al menos deseado por radicales musulmanes que han pedido la cabeza de Rushdie desde 1989. Con esta afirmación, en ningún momento quiero señalar a una religión como culpable, sino más bien, al radicalismo que ocupa los tronos dogmáticos y los pedestales principales de las instituciones de fe.

Debe resaltarse, en todo momento, que aquel ataque no fue únicamente el apuñalamiento de un hombre de 75 años, fue un ataque directo contra la libertad de expresión, el arte y la literatura, pues aquellos años de persecución en contra del arte que se aleje de un dogma predispuesto y es enlistado como trasgresor y pagano, parecen haber vuelto. O ¿acaso alguna vez esa violencia despareció?

Pero, ¿por qué un hombre mayor dedicado al cien por ciento a su literatura ha sido blanco de este tipo de violencia radical? Tras haber escrito su galardonada novela “Hijos de medianoche” y un par de novelas más, en 1989, Salman Rushdie publicaría el libro “Los versos satánicos”, misma que provocó desde su título, una controversia evidente. No obstante, a pesar de ese fuerte título, la novela está dividida en tres historias que distan de una relación con el ámbito satánico o de una inminente crítica a la fe; en realidad es un texto donde únicamente pueden hallarse paralelismos, completamente interpretativos, sobre algunos sucesos y retóricas de los dogmas judeocristianos.

En la primera historia de este libro, dos indios se precipitan de un avión, ambos sobreviviendo, uno convirtiéndose en ángel, y el otro adoptando una fisionomía que incluía cuernos y pezuñas. La segunda historia narra la aventura de una niña india que lidera un peregrinaje de campesinos musulmanes rumbo al mar, donde perecen ahogados. Y finalmente, la historia que más ruido produjo entre la comunidad radical; una tercera historia donde su protagonista aparece como un profeta que funda una nueva religión en medio del desierto. Y aunque, esta historia es la más corta de las tres que incluye este libro, es definitivamente la que incendió la furia de algunas comunidades musulmanas, asegurando que ésta era una burla hacia Mahoma.

Rápidamente, este libro fue prohibido en distintos países, tales como India, Sudáfrica, Arabia Saudita, Egipto, Pakistán, Somalia, Sudán, Malasia, Bangladesh, Indonesia y Qatar. Pero el comienzo de la pesadilla de Salman Rushdie se daría un 14 de febrero de 1989, cuando el ayatola Ruhollah Jomeini, líder dogmático de Irán, anunció por la radio de la capital Teherán su fatwa, concepto religioso que incentivaba a la comunidad musulmana a asesinar al escritor británico, acusándolo de apostasía, crimen que se castiga con la muerte. No conforme con lo expuesto, el Jomeini anunció que ofrecía una recompensa de tres millones de dólares para aquel que diera muerte a Salman, y anunció de misma manera, que el edicto de ejecución no solamente era para el británico, sino para cualquier editor que se atreviera a publicar y difundir su libro.

Salman Rushdie viviría once años oculto en Londres, donde tuvo protección absoluta de la policía británica. Lamentablemente, sus editores y traductores no correrían con la misma suerte de protección. En 1991 Hitoshi Igarashi, su traductor al japonés fue asesinado en Tokio, mientras que, en Milán, su traductor al italiano Ettore Capriolo fue apuñalado. Dos años después, su editor en Noruega, William Nygaard fue baleado afuera de su casa en Oslo.

Salman estaba oculto e ileso, pero quienes habían creído en él y en su literatura, no estaban a salvo ya. Así que, en 1990, tratando de frenar esta ola de violencia, el británico de origen indio publicó “In Good Faith”, un ensayo donde enfatizaba su total respeto por el islam, quizás pensando en apaciguar las aguas turbulentas que le llegaban ya hasta el cuello. Los actos de violencia pararon momentáneamente, aunque para su mala suerte, en 1997, la recompensa de su muerte se había multiplicado.

Un año más tarde, tratando de pulir las relaciones con el Reino Unido, el entonces presidente de Irán, Mohammad Jatami, aseguró que la fatwa dictada entonces por el ayatola Jomeini, había caducado. Incluso, Jomeini había muerto meses después de haber anunciado el edicto. Y aunque el hecho hizo que Salman Rushdie finalmente dejara de ocultarse, años más tarde, en el 2005 el nuevo ayatola de Irán dictó como vigente dicha fatwa, y Salman volvió a ser blanco del odio religioso.

Tras años de persecución, de ocultarse tras una cortina policiaca, tras la confianza que el pasar del tiempo le brindaba y una edad en la que Salman seguramente no planeaba esconderse más, él bajó la guardia. Hadi Matar de 24 años se abalanzó contra él para apuñalarlo doce veces entre el rosto, el cuello y el abdomen, en aquel 12 de agosto del 2022.

Después de haberse mantenido con vida por medio de un respirador artificial, Salman Rushdie, volvió a respirar por cuenta propia, pero dejando en su cuerpo fuertes estragos de por vida, como la pérdida de un ojo y la lesión en el hígado que ha dejado de funcionar debidamente. Lo irónico de aquel suceso radica en pensar que a Salman Rushdie lo atacó un joven de 24 años quien siguió una orden religiosa, dictada por un hombre que había muerto nueve años antes de que el perpetrador naciera.

Afortunadamente para Rushdie, después años sumando tragedias, ataques y acusaciones, por primera vez pudo vislumbrar un atisbo de luminiscencia, cuando en el pasado mes de noviembre, el gobierno de la India, ratificó lo que hace unos años parecía imposible: quitar, formalmente, el veto a la obra de “Los versos satánicos”, misma que desató toda esta ola de violencia en contra de Salman.

Esta noticia se extendió rápidamente dentro del mundo occidental como una suerte de respiro para el autor indio-británico, cuando la corte de aquel país asiático, se vio forzada a levantar el veto de esta controversial obra, después de que las autoridades indias fallasen en presentar pruebas concretas de la existencia de la orden original dictada hace décadas y que restringía sus importaciones y sancionaba su distribución.

Salman Rushdie ha sido atacado, durante años, con un cuchillo empuñado por el odio, por la intolerancia, por el extremismo religioso; mientras él ha dedicado su vida a la literatura, al realismo mágico, al discurso de la amistad y a la unión de comunidades mediante el arte. Salman Rushdie ha sido apuñalado con la misma rabia con la que se ha apuñalado a la literatura y al arte en general durante siglos. Por suerte, la noticia sobre el fin del veto de “Los versos satánicos” en India, trae consigo un dejo de esperanza no sólo para Rushdie, también para con la literatura y la tolerancia en el mundo.

Javier Gutiérrez Lozano

Poeta, traductor y periodista. Director de Alcorce Ediciones y Revista Vislumbre. Director Académico de UDAX Universidad y profesor de Ciencias Sociales y Humanidades en Colegio Humboldt Puebla. Autor de doce libros publicados en siete países distintos. Ha recibido distintas condecoraciones dentro de las que se destacan el Premio Nacional Orden de José Martí (EE.UU. 2023), Medalla Iberoamericana de Literatura Fray Antonio de Ciudad Real (México, 2024) y Friend of Africa Award (México-Nigeria, 2024).

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